Se ha ido un hombre de bien. Ya no está entre nosotros. Partió hacia las moradas celestes para encontrarse con el Señor. Un periodista que supo honrar su prefesión con el sello de la honestidad y la humildad. Nunca fue polémico ni conflictivo, no dañó a nadie con su pluma, no fue calumnioso ni difamador, ni promotor de trapisonda durante el transcurrir de su vida ni en el ejecicio periodístico, tampoco destructor de reputaciones, ni se constituyó nunca en albergue de raíces de amargura contra sus semejantes, supo afrontar con fortaleza los problemas y adversidades que en su existencia se hicieron visible.
Se ha ido el inconmensurable periodista Ricardo Paredes, dejando una huella imborrable e impactante en su familia, en las organizaciones comunitarias de la ciudad de Nueva York, en sus amistades y compañeros de oficio, en fin, dejando entre nosotros un testimonio escrito con cincel de hierro y punta de diamante, y una marca de honor construida sobre la base del amor y de los valores familiares, y de las virtudes con raíces muy difícil de extirpar.
Desde esta columna levantamos un altar de oración para que Dios derrame bendiciones, fuerza y vigor sobre los suyos hasta que sobre y abunde, inclusive a todo el conjunto de amigos y relacionados, en el nombre de Jesús, Amén y Amén.