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viernes, 24 de diciembre de 2010

La tensión se apodera del barrio Capotillo


Ramón Urbáez
Santo Domingo
La tensión se extendió ayer a otros sectores de Capotillo, que además de La Cuaba, donde agentes de la Dirección Nacional de Control de Droga (DNCD) dieron muerte el miércoles a dos hombres, la gente protestaba porque uno de los muertos era un comerciante retirado que sufría de invalidez y nada tuvo que ver con la agresión a las fuerzas antinarcóticos que allanaron el sector.

La Cuaba es una de las áreas más paupérrimas de Capotillo, donde la violencia y las ventas de drogas se registran en el índice más alto de todo el país, según datos del Programa Barrio Seguro. “Aquí nadie hace otra cosa, todos viven de la droga, algunas personas tienen algún colmadito, venden ropa... o como yo, que vendo medicina natural”, dijo Virgilio Calderón Sánchez, un minusválido que criticó la muerte de su colega Rafael Rosario, de 60 años. “Era un hombre bueno, no se metía con nadie, lo mataron cuando fue a cerrar la puerta de su garaje”, dijo.

La Cuaba es un sector enclavado entre cañadas y pendientes, próximo al río Ozama, y su única vía de acceso en vehículo es la calle Respaldo Josefa Brea, una histórica avenida que estrechamente muere allí entre los lamentos y la miseria de la gente más empobrecida y marginada de la capital dominicana. “Cuando se entra en vehículo es difícil dar la vuelta, hay que salir de reversa si se puede, porque cuando no te bloquea otra máquina te bloquea la gente o cualquier obstáculo”, agregó.

En esta callejuela se entrecruzan callejones y veredas que la gente ha ido encementando, o alguna autoridad por presión del barrio ha puesto asfalto. Las casitas de cemento, madera, zinc o cartones, se levantan tan apretujadas unas a otras que los vecinos oyen y saben todo lo que hace el que vive al lado. Los patios muchas veces son comunes y los retretes los usan todos indistintamente, las aguas sucias y excrementos van a dar al río. Escasea el agua potable, la luz, y hasta el sol que no reduce la humedad. Más abajo están los derriscaderos y las barrancas que llevan hasta el Ozama, en cuyas márgenes boscosas se refugian los delincuentes y vendedores de drogas cuando son buscados por la Policía y la DNCD, o incursionan bandas rivales que vienen de otros sectores a arreglar cuentas y a cobrar deuda, sembrando terror y muerte. Las refriegas a tiros entre pandillas son contínuas y “ver morir a la gente es tan cotidiano como almorzar cada día”, dijo Marcos Rosario, un vecino.

El barrio La Cuaba se conoce también como “los descamisados”, porque los hombres no usan camisas, les da igual llevarlas, ya que por ahí no pasa nadie, ni ninguna patrulla policial para vigilar o hacer algún servicio, aunque muchos policías y hasta oficiales viven en el lugar o visitan familiares en el barrio.

Más que el terror y las muertes, Abel Rojas, dirigente comunitario, dice que “el peor mal allí es la pobreza, la gente nunca ha tenido nada, cientos de niños no conocen una escuela. Hay jóvenes que nunca han pasado de la Ovando, ni siquiera conocen otros sectores pudientes de la capital, su vida se ha desarrollado entre violencia, drogas, tiroteos y muertes”.

Capotillo permanecía ayer en calma pero muy tenso; los cuarteles policiales reforzaron sus filas y en las intrincadas callejas y veredas aún permanecían los desperdicios y los obstáculos de las protestas.

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