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lunes, 8 de noviembre de 2010

De lucha ambienta la batalla por su vida


Jaclin Campos
jaclin.campos@listindiario.com
Santo Domingo Este
Manuel Pereyra ha dedicado sus mejores años a la defensa del medioambiente. Ahora libra una lucha por su vida.

Hace más de un año que, como parte de unos exámenes de rutina, le detectaron hepatitis C.

Desconoce el origen de su contagio (“Me quedé pasmado”, recuerda), pero conoce bien el giro que, tras el diagnóstico, han dado tanto su vida como la de su familia. “De repente —dice— como que se me cayó el mundo encima”.

Cualquiera en su situación se sentiría igual. Los medicamentos que requiere una persona infectada con este virus, que muchas veces no presenta síntomas, son costosos y entre los daños provocados por la enfermedad en su estado crónico se encuentra la cirrosis hepática, un problema que Pereyra desarrolló.

Como consecuencia, Pereyra, un técnico ambiental y ecologista que preside la Fundación Kyoto, está envuelto en una carrera a contrarreloj.

Sus médicos le han recomendado un trasplante de hígado, intervención que se realizaría en el exterior a un costo que ronda los 200,000 dólares. Esa suma no incluye los pasajes, la estadía ni el tratamiento posoperatorio.

¿Cómo acceder a esa cantidad cuando ha tenido que dejar de lado sus actividades como conferencista y asesor ambiental? ¿Cómo reunir una suma tan alta si en su peregrinar por diferentes hospitales se ha sostenido en buena medida gracias al respaldo de su familia? “Mi familia ha gastado muchos recursos para mantenerme vivo hasta este momento”, explica el padre de Ulianiosky, de 19 años; Manuel, de 14, y Francys, de 7.

UN LLAMADO DE ATENCIÓN
Fiel a su interés por contribuir con la sociedad y con el conocimiento de primera mano que ha obtenido a raíz de su situación, Manuel Pereyra aprovecha para llamar la atención sobre la situación de la hepatitis C en el país.

Advierte que la mayoría de las personas infectadas con este virus ignoran su condición y muchas otras están en riesgo de contagiarse con sólo ir al médico, recibir una transfusión sanguínea, compartir artículos de uso personal o hacerse una manicura o pedicura.

Además, dice, el Estado no toma las medidas preventivas y educativas necesarias para combatir la enfermedad, y aunque existe el Centro de Gastroenterología de la Ciudad Sanitaria “Dr. Luis E. Aybar”, éste funciona con precariedades.