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sábado, 25 de septiembre de 2010
La Lectura del Dia.
Muchacho, conoce la felicidad, mientras seas joven, y toma temprano las buenas decisiones. Elige tu camino como mejor te parezca, sin olvidar que Dios te pedirá cuenta de todo.
No dejes que la amargura se instale en ti, ni la enfermedad en tu cuerpo: ¡juventud y cabellos negros son traicioneros!
Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que lleguen los días malos, y los años que se acercan, de los cuales dirás: "No espero más de ellos",
antes de que se oscurezcan el sol, la luz la luna y las estrellas, y que vuelvan las nubes apenas haya llovido.
Cuando tiemblen los guardias de la casa, y se encorven los porteros, cuando lo que queda de muelas deje de moler, y se queden ciegos los que miran detrás de las ventanas.
Entonces se cierra la puerta de la calle y se detiene el ruido del molino; en que el trino del ave no despierta y se mueren las canciones.
Se temen las subidas y los barrancos en el camino; el almendro está en flor, la langosta está repleta, la alcaparra da su fruto. Ahí va el hombre a su casa de eternidad, y ya están las lloronas en la esquina de la calle.
El hilo de plata no llegará más lejos: dejaron de hilarlo; la lámpara de oro se rompió, se quebró el cántaro en la fuente, y cedió la polea del pozo.
El polvo vuelve a la tierra de donde vino, y el espíritu sube a Dios que lo dio.
¡Esto no tiene sentido! decía Qohelet, ¡nada a qué aferrarse!