Otro sábado Jesús había entrado en la sinagoga y enseñaba. Había allí un hombre que tenía paralizada la mano derecha.
Los maestros de la Ley y los fariseos espiaban a Jesús para ver si hacía una curación en día sábado y encontrar así motivo para acusarlo.
Pero Jesús, que conocía sus pensamientos, dijo al hombre que tenía la mano paralizada: "Levántate y ponte ahí en medio." El se levantó y permaneció de pie.
Entonces Jesús les dijo: "A ustedes les pregunto: ¿Qué permite hacer la Ley en día sábado: hacer el bien o hacer daño, salvar una vida o destruirla?"
Paseando entonces su mirada sobre todos ellos, dijo al hombre: "Extiende tu mano." Lo hizo, y su mano quedó sana.
Pero ellos se llenaron de rabia y comenzaron a discutir entre sí qué podrían hacer contra Jesús.