La incapacidad natural del hombre se revela en su ignorancia de Dios. Todo lo que admiran por su valor no los llevó a conocer al Que Es. ¡Se quedaron con las obras y no reconocieron al Artesano!
Consideraron como dioses que gobiernan el mundo tanto al fuego como al viento, a la brisa, al firmamento estrellado, al agua impetuosa o a las luminarias del cielo.
Fascinados por tanta belleza, los consideraron como dioses, pero entonces, ¿no debieron haber sabido que su soberano es todavía más grande? Porque sólo son criaturas del que hace que aparezca toda esa belleza.
Si estaban impresionados por su fuerza y su actividad, debieron haber comprendido que su Creador es más poderoso aún.
Porque la grandeza y la belleza de las criaturas dan alguna idea del Que les dio el ser.
Pero, quizás no haya que criticar tanto a esa gente: tal vez se extraviaron cuando buscaban a Dios y querían encontrarlo.
Reflexionaban sobre las criaturas que los rodeaban, y lo que veían era tan hermoso que se quedaron con lo exterior.
Pero ni aun así están libres de culpa:
si fueron capaces de escudriñar el universo, ¿cómo no descubrieron en primer lugar al que es su Dueño?
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