Ausente y lejana es la maternidad de la Patria. Alejada porque es aguja en el pajar de las referencias bibliográficas dominicanas. Exceptuando los párrafos dedicados a María Trinidad Sánchez, quien murió fusilada, poquísimos textos históricos reflejan el rol femenino en la lucha en pos de proclamar la dominicanidad.
El gazapo, reconocido por más de un autor, no ha sido resarcido. Y los sacrificios de ellas, de las madres, hermanas, tías, sobrinas, nueras de los protagonistas de los episodios contados en cientos de libros, siguen amarrados a la clandestinidad y condenados al anonimato.
Edwin Espinal, académico correspondiente de la Academia Dominicana de la Historia, reconoce que la historiografía tradicional hace un recuento cronológicio de sucesos políticos de la etapa de la Independencia que corresponden al quehacer del predominio exclusivo del hombre.
“Son pocos los historiadores masculinos que han resaltado el papel de las mujeres”, expresó, quien en un documento redactado en el 2005 escribió: “Lo femenino marca incluso el inicio del movimiento de separación de Haití, pues el nacimiento de la Trinitaria, el 16 de julio de 1838, tiene lugar en la casa de Chepita Pérez de La Paz, madre de uno de sus fundadores, Juan Isidro Pérez.
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