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martes, 30 de diciembre de 2008

Reproche a la policia mexicana.



"¡¿Eso es no tener nada?!, ¡eso es no tener madre!". La frase cortó el aire. La voz entrecortada, llorosa, indignada del empresario deportivo Nelson Vargas conmovió a una opinión pública abrumada por la percepción de inseguridad generada por la revelación de secuestros de alto impacto.

Fue en el contexto de las investigaciones para buscar a su hija de 18 años, Silvia Vargas Escalera, secuestrada el 10 de septiembre de 2007, y cuando por pesquisas propias logró relacionar a un antiguo chofer de la familia con la peligrosa banda de secuestradores Los Rojos, comandada por Raúl Ortiz González. Un burócrata de la justicia le había dicho: "No tienes nada".

El 25 de agosto de este año, Silvia Escalera Montes, la madre de la joven, aprovechó el momento social generado por el asesinato de Fernando Martí para dar a conocer su propia situación y hacer un llamado público a los secuestradores para regresar a la negociación y liberar a su hija. Nada.

El 10 de septiembre de 2008, en el aniversario del evento, Nelson Vargas exigó que se aclarara el paradero de Silvia. Ninguna autoridad avanzó en la investigación. Nadie parecía querer saber nada.

Dio parte a las autoridades desde el principio de su pesadilla. Dilaciones, engaños, ineficiencias y ningún resultado.

Escaló en niveles de autoridad su reclamo, pero las respuestas, sin esperanzas, políticas frías de fingida empatía: "Estamos contigo, comparto como padre tu dolor, pero no sabemos dónde está Silvia".

Finalmente, el 4 de diciembre, a unas horas de que Vargas dijo que Dios se había olvidado de él y los suyos, de la nada surgió la súbita pista. Un reo del penal de Barrientos "se acordó" de un secuestro con las características del de Silvia, llevado a cabo en el sur de la ciudad, por las mismas fechas. Describió a ejecutores, procedimientos y detalles dolorosos para la familia.

Una casa en Tlalpan fue revisada y unos restos humanos fueron encontrados. Los exámenes de ADN, dactilares y antropométricos confirmarían que era Silvia. En tres días se aclaró lo que no se pudo en un año.

El sepelio de la joven fue el 13 de diciembre. La familia Vargas pasó de la rabia y la impotencia al trabajo de resignación. Sin embargo, en la sociedad, víctima cotidiana de la delincuencia, quedó flotando el indignado: "¡Eso es no tener madre!".

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