La adoración perpetua es el esfuerzo que Dios nos pide para derramar sobre la humanidad sus gracias extraordinarias.
Desde una capilla de adoración perpetua, Jesús Eucaristía irradia luces de amor a todo el mundo, especialmente a los más cercanos, espantando a los demonios y creando un clima de paz. La capilla de adoración perpetua es una fuente inmensa de bendiciones, no sólo para la parroquia sino para todo el mundo. ¡Cómo sería de desear que en todas las parroquias del mundo hubiera pequeñas capillas de adoración perpetua, las veinticuatro horas del día, a Jesús sacramentado! ¡Capillas acogedoras, con mucha luz, con muchas flores, con mucho amor, donde los fieles pudieran acercarse a cualquier hora del día o de la noche para visitar al amigo Jesús!
La importancia de una capilla de adoración perpetua va más allá de nuestra capacidad de comprensión. Por eso, san Maximiliano Kolbe fomentó la adoración al Santísimo Sacramento como la actividad más importante de su apostolado. Él soñaba con tener al Señor Jesús expuesto en la custodia día y noche en la capilla de Niepokalanow (Polonia). En 1938 declaró: Mi objetivo es instaurar la adoración perpetua. Cuando nos acercamos a la capilla, adquirimos para nosotros y para los demás muchas gracias, especialmente, si dedicamos el día entero a la adoración al Santísimo Sacramento.
El Papa Juan Pablo II dio ejemplo al inaugurar una capilla de adoración perpetua en el Vaticano el 2 de diciembre de 1981. Ya en muchos lugares han comenzado, al menos a tener adoración durante las horas del día, y van creciendo los lugares donde también hay algunos días de adoración nocturna, toda la noche.
Algunos sacerdotes han encontrado la manera de establecer una capilla de adoración, incluso ofreciendo sus habitaciones personales. Otros han acomodado el Despacho parroquial o algunas oficinas parroquiales... Lo importante es buscar un lugar donde la gente pueda tener fácil acceso y que dé a la calle, para poder acercarse fácilmente a adorar a Jesús. (Continuará)
Un saludo cordial en Jesús Eucariastía y en María, Medianera de todas las gracias.
José Luis Elizalde Esparza.
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