Esta semana se cumplen 43 años de la siempre vergonzosa intervención norteamericana en la República Dominicana.
Aquel acontecimiento, registrado como una de las afrentas históricas en la vida republicana, no fue mas que el resultado de la debilidad institucional y de la falta de propósitos claros de la clase política y dominante de aquel momento.
La intervención no fue la consecuencia de la guerra fratricida, de la revolución de abril de 1965, como suelen plantear algunos historiadores o analistas.
Fue ciertamente, como dicen otros, el resultado del desconocimiento de la voluntad popular, expresada en las urnas en las elecciones de 1963, cuando resultó electo el profesor Juan Bosch.
El desconocimiento de la constitucionalidad. El derrocamiento del gobierno legalmente constituido nos puso al borde del exterminio. Dominicanos contra dominicanos.
La conclusión que deja la historia es que el desconocimiento del derecho de las mayorías no traen nada bueno y sobre todo en procesos democráticos.
Nunca mas podemos dejar abierta la puerta del caos, sobre todo por intereses de grupos que no deseen someterse a las reglas de la democracia.
Ahora que estamos a la puerta de un proceso electoral en el que se escogerá a un Presidente y a un vicepresidente, es bueno recordar la invasión norteamericana, para que nunca más se deje espacio para similar ofensa y ultraje.
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