Las arepas, el bizcocho, la cocada, el flan, dos botellitas de Presidente pegadas a la puerta de la nevera, la bandera dominicana en los extremos frontales del local y el letrero de “no fío” en la caja de pago, hacen inconfundible la identidad dominicana en esta ciudad europea. Se trata de la Repostería Rivera, la primera de esta naturaleza netamente dominicana que se instala en Suiza y que se ha convertido en un rinconcito criollo, donde los dominicanos, sin importar los años residiendo allí, van a disputarse un pedazo de arepa o de bizcocho.
Allí, no falta el “morirsoñando” esa mezcla de jugo de naranja con leche y hielo tan apreciado en muchos hogares dominicanos; las postales con imágenes de Santo Domingo, souvenires y las gorras con matas de palmas y playa.
Esa es la repostería de Luisa Rivera, una dominicana que a pesar de tener años viviendo en Suiza, no olvida sus raíces y trata de que los que allí residen se reencuentren cada día con su cultura en ese rinconcito dominicano, donde no falta el aviso de “no fío” porque asegura que aunque los dominicanos se han adaptado a la nueva cultura, no han olvidado su tradicional fama de “coger fiao”.
“Con esto busco que los que entran en mi negocio se sientan como en Santo Domingo”, afirma.
Con sólo media hora de visita en el negocio se logra un contacto perfecto con dominicanos que han emigrado a esta ciudad y que se han adaptado a esa cultura y organización, se saludan con tres besos, no andan en vehículos con música a alto volumen y hablan bajito, pero que añoran las tradiciones de su país. Por eso es frecuente que en la repostería se disputen la mercancía tres y cuatro clientas, todas dominicanas.
Esa realidad fue vivida recientemente en el local, donde se disputaban un pedazo de arepa Ana María, Zeneida, Dianela y otras dominicanas más que acuden con frecuencia a la tienda a obtener productos elaborados con criterio criollo.
Luisa Rivera, la propietaria del negocio, es una activa dominicana oriunda de San Cristóbal, hace un año y medio que decidió instalar la repostería.
La idea le surgió porque siempre preparaba bizcocho en la casa para que sus hijos nacidos en Suiza no perdieran sus raíces dominicanas, pero dominicanos que la conocían le encargaban tortas cuando tenían cumpleaños.
Como buena dominicana se levanta temprano. Su labor, los fines de semana, que es cuando hay mayor demanda, inicia a las 5:00 de la mañana y termina a las 10:00 de la noche. “Como soy dominicana con papeles suizos, pienso que en el fondo por más papeles que se tengan, uno sigue siendo dominicano”, dice.
“Aquí no hay repostería dominicana, esta es la primera, y tengo clientela de toda Suiza, lo que más se vende es el bizcocho para cumpleaños y la piñata, y luego viene la arepa, que la gente también la busca”. Como Luisa, en Suiza viven una gran cantidad de dominicanos, estimados en más de 8,000 distribuidos en diferentes cantones (provincias), pero con mayor presencia en Zúrich. La mayoría de los dominicanos se dedican a peluquerías, repostería, lavanderías, cuidando niños y ancianos.
Una de ellas es Ana María, vivía en Santo Domingo, Ensanche Luperón; desde hace 22 años está en Suiza. Tiene una boutique, donde vende ropas, zapatos, carteras, etc. Tiene dos hijas y está casada con un italiano. Se siente muy bien en el país europeo, donde ve mejores las oportunidades de progreso.
Zeneida Camilo también es dominicana, pero tiene 27 años en Suiza, sus hijos nacieron allí, y lo que más le preocupa es que los niños pierden el contacto con sus raíces.
Al ver la bandera dominicana pegada en la pared, Félix Vargas, oriundo de Yamasá, pero con 15 años en Suiza, no resistió la tentación de entrar al negocio de Luisa. Allí compró un pedazo de bizcocho para su hijo. Félix se dedica a trabajar mecánica, gana para sostener su familia y manda dinero a sus viejos aquí, dice que es indiscutible que en Suiza vive mejor que en Dominicana, pero que pese a ello siempre será dominicano.
Siempre lee LISTÍN DIARIO digital, lo hace todas las noches, y es a través de él que se mantiene enterado de todo lo que pasa en su país. “Mi esposa a veces me pelea, y me dice qué es lo que tanto leo, pero eso es lo primero que hago en la noche”, dice con orgullo.
Las hermanas†María Altagracia Roth y Elena Gisler, son las propietarias del salón de belleza Caribbean Beauty, ubicado en la Limmatplatz, en Zúrich, allí se dan cita muchas dominicanas que buscan poner sus cabellos en manos expertas.
Otra historia es la de Juana Lidia Díaz, ella no es dominicana, sino nicaragüense, vive en Suiza donde comparte su vida con su esposo Kurt Willi y sus dos hijas, una de ellas de nacionalidad dominicana, porque nació en el país cuando ella y su esposo permanecieron por dos años realizando proyecto de labor social de reconstruir pisos y viviendas.
Juana Lidia siente a República Dominicana como si fuera su patria, vivió en San Juan de la Maguana y asegura que su familia nunca se sintió extrajera debido a la acogida que recibió. Trabajó en la organización de grupos de mujeres con la conformación de talleres para hacer materiales en cueros, elaborando bolsos, correas, sandalias; tanques de cemento para almacenar agua y cursos de plantas medicinales para la elaboración de cremas.
Jacquelin Wagner, es procedente de Higüey, tiene 15 años en Suiza y trabaja como enfermera auxiliar de un asilo de ancianos. En el país trabajaba como enfermera en el hospital La Altagracia, de Higüey, pero al llegar a Suiza tuvo que estudiar nuevamente.
Realidad
Luz María Nold, es la presidenta del Consejo Consultivo de la Presidencia de los Dominicanos en Suiza, tiene 25 años viviendo en esa nación y entiende que lo fundamental cuando se llega a un país ajeno a la patria donde se nace, lo primero es no compararlo con su nación e integrarse al medio.
Por más años que uno viva en el extranjero se es dominicano, aunque tenga documentos suizo.
El país
Suiza, famosa por sus chocolates, bancos y relojes, fue fundada hace más de 700 años. Su capital es Berna, cuenta con 7.4 millones de habitantes y una densidad de población de 172 personas por km. cuadrados, tiene 20 cantones (provincias) y sus idiomas son el alemán, francés, italiano y romanche.
Tiene uno de los más bajos índices de criminalidad entre todos los países industrializados. Su economía está orientada a la exportación.
El sueldo mínimo es de 4,000 francos suizos. Allí donde la cultura es tan diferente, donde prima la organización, la quietud, la limpieza de las calles y el silencio hacen vida miles de dominicanos.
Himno Nacional
Con 11 años de edad, Alessandra Poretti, hija de madre dominicana y padre suizo, ensaya y trata de memorizar cada día las notas del Himno Nacional Dominicano para cantarlo o recitarlo en una emisora de radio de contenido infantil, donde trabaja dirigido a público latino.
En la emisora, identificada como Radio Lora, Alessandra cuenta cuentos en español, lee refranes, hace adivinanzas y enfoca todo tipo de tópicos de matices latinos con el propósito de que los niños mantengan vivas sus raíces.
Una de sus metas es poder cantar el Himno Nacional Dominicano para que los niños de origen dominicano que vivan allí puedan aprenderlo.
“Yo les cuento en español la Caperucita Roja, la Ranita kua, kua, entre otros cuentos”. Además del empeño de su familia para que aprendiera hablar español, Alessandra recibió estudios privados.
El programa es conducido por Alessandra y un niño de procedencia colombiano. Lo hacen un día a la semana. El propietario de la emisora es argentino.
“A mi me preguntan mucho sobre República Dominicana, me dicen si es bonita, que cómo son las playas, que cual es la comida típica, y yo me siento muy contenta con eso”, dice Alessandra, que aunque nació en Suiza visita cada año la nación dominicana. Alessandra es hija de Francisca Poretti, dominicana y de Franco Poretti.
Otra persona interesada por los dominicanos es la joven Sarah Hofer. Ella no es dominicana, pero su vinculación con una familia dominicana en Suiza le ha llevado a empeñarse por aprender español, ya que quiere estar preparada para su próxima visita a República Dominicana, programada para finales de este año.
Sarah es pintora, y recientemente tuvo su primera exposición en el Hofors 100 Club Bar, un club de montar caballos ubicado en Eggenwil/AG Honor, un poblado de Zúrich.
Su inspiración está marcada en rostros de personas y animales, sobre todo caballos, gatos y perros, utilizando como técnica el carboncillo. “Me gusta pintar cosas que tengan vida, seres que vivan”, dice mientras muestra emocionada parte de su pintura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.