Julio Vasquez.

Radio Renacer

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martes, 12 de junio de 2012

En la profesión.

Para esta misma fecha el año pasado, escribí el artículo que a seguidas citaré y que a su vez, había sido tocado por mí hace años y siempre he hecho uso del mismo, porque a pesar del tiempo la realidad es cada día más patente. Pensaba que como abogado lo había visto todo, pero no es así tener como la profesión sigue en franca descomposición, de cómo cualquiera ya es licenciado o doctor, el cargo o mención no hace al monje ni le ofrece categoría, todo lo contrario, la persona reduce y minimiza esa ostentación. Ya nadie se salva siendo parte o representando algún apoderado, de encontrarse una serie de catervas que sin escrúpulos, ni ética, asaltan los tribunales de la República, con el único objetivo de ganarse un dinero, sin importar el trabajo mafioso, desfachatado, disparatado, ofensivo o estafador, que deba conllevar. Es más notoria la presencia de abogados y abogadas, que con una desesperación que asombra, se convierten en especies de mafias en detrimento de la misma profesión y ejercicio de aquellos y aquellas, que cuidan su oficio y su carrera, y tratan de mantener incólume su trayectoria. Esos que así ejercen tienen mayor fuerza de la que imaginamos porque para protegerse de sus fechorías van haciendo agrado con su dinero y emolumentos mal habidos. Es un verdadero desafío de esta sociedad y de las instituciones que están llamadas a ponerle freno a este tipo de profesionales que no tienen límites en sus objetivos. No respetan las normas, ni las reglas, al contrario, se valen de ellas para sus engaños a clientes y contrarios. El indicado artículo le puse por título “Abogado del Diablo o Diablo de Abogado”, en el mismo se indicaba lo siguiente y cito: “Hace como diez años o más escriture un artículo con el título “El Dinero Sucio”, en el planteaba sobre una película que protagonizó el actor Keanu Reeves, en el cual encarnaba el personaje de un abogado, que por su ambición y la de su esposa, protagonizada por la actriz Chalize Theron, prácticamente vendía su alma al mismo demonio, éste último caracterizado por ese famoso actor y ganador de Oscar, Al Pacino. Al fin y al cabo, es verdad que al final termina como si todo lo ocurrido hubiese sido un sueño o que al mismo protagonista le hubiesen pasado el mismo film de su vida ante sus ojos”. “No soy quien para disponer o indicar el ejercicio profesional de cada persona”. “Sin embargo, si me interesa enviar un mensaje a esos jóvenes profesionales o que están en vías de ello, sea de la carrera de estudio que sea, para que al menos no se desesperen por el aspecto económico ni por el hecho mismo de un puesto de trabajo, que esa “hambre”, no lo lleve a realizar trabajos que mañana tengan que arrepentirse o que marquen su proceder o formación en cuanto a los aspectos morales y éticos. Necesitamos como país, abogados, médicos, ingenieros, arquitectos, enfermeros, plomeros, electromecánicos, entre otros; no sólo con calidad y capacidad, sino con responsabilidad, disciplina, que respeten su trabajo y que conlleven un trabajo serio y honesto”. Expresé además: “Voy a morir convencido, de que en la vida no todo el dinero se puede ganar y de que hay dinero que envenena y carcome como cáncer todo lo que toca, por ejemplo, imagínese usted como abogado defendiendo un banquero charlatán sabiendo usted que ha robado el dinero de miles de infelices, o un politiquero cualquiera corrupto hasta el tuétano, es posible que me responda alguien, que el brindar asistencia en esos casos no le quita un ápice de moralidad al abogado, ni tampoco lo compromete”. “Por el contrario de lo anteriormente señalado, creo que todo dependería de como visualiza usted como profesional su vida y la de su familia, si su interés es amasar fortuna y vivir bien sin importar lo que tenga que hacer, usted será capaz de brindarle sus servicios al mismo diablo vestido de banquero ladrón, político rastrero, legislador charlatán, y todo cuanto pueda convertirse ante sus ojos en dinero”. Continúo citando: “Asimismo, existen abogados y abogadas que se convierten, no en defensores de sus patrocinados, sino en cómplices de sus fechorías y crímenes, con tal de que le llenen los bolsillos de dinero”. “Luego se quejan de que eso ganado, no lo envenene a él o a uno de sus miembros de familia”. “O piensan que ese mal que defienden o del cual se hacen cómplice, nunca le tocara a él o un hijo e hija”. “Hay quienes piensan que pueden quitarse todo ese veneno que consumen a diario, con tal sólo quitarse la ropa o darse un baño, no saben que siempre andarán y sus seres más queridos, con la capa del demonio detrás”. “Existen abogados y abogadas, que hace tiempo, han preferido venderle su alma, su toga y birrete al mismo demonio”. “O lo que es peor, llegan a tocar tanto el fango, el lodazal y la cloaca, que aunque digan rezar los domingos, que se convierten, no en abogados del diablo, sino en diablos como abogados y como personas”. “Esos no son los mejores ejemplos para los noveles abogados y abogadas, aunque vean el dinero rápido llegar a sus manos y les digan o vendan su bonanza”. “Ya de profesionales que “resuelven” o que se meten a ejercer sin escrúpulos, no imprimen respeto, sino temor a no caer en sus manos”. Sigo convencido y entiendo a fondo, cada día o cuando debo enfrentarme algunos de estos “capones” o “carascortadas” con corbartas, recuerdo las tantas veces que mi padre, me indicara que no estudiara esta carrera, que es hermosa, bella y apasiona, sin embargo, el ejercicio se ha desacreditado por unos cuantos que han decidido hacer de la misma, su forma de hacer botín. Lic. Jordi Veras.