Julio Vasquez.

Radio Renacer

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domingo, 14 de octubre de 2007

A 35 años de las más terrible decisión de supervivencia




Un sobreviviente del trágico accidente ocurrido el 13 de octubre de 1972 en la Cordillera de los Andes, accedió a relatar por primera vez sus 72 días en la montaña. La caída del avión, la falta de alimentos, el rescate. Una historia que supera al film

Son 16 las versiones de la misma historia. Una por cada uno de los sobrevivientes. El resto -29 pasajeros de aquel vuelo-, ya no está aquí para dar la propia. El 'por qué', es la pregunta vedada, que no puede colmar ninguna respuesta por más lógica o más creativa que intente ser.

Cierto es que ese accidente que un día como hoy, hace exactos 35 años, protagonizó un grupo de rugbiers que viajaba con amigos y familiares para disputar un encuentro en Chile se configura hasta ahora uno de los casos de supervivencia más complejos y más conversados que se recuerden.

"No se porqué me salvé yo, no sé porqué murió el chico que se sentaba al lado mío, hay muchas cosas que no me pregunto por qué", dice Pedro Algorta, el pasajero del fatídico avión que por primera vez en tres décadas y media que lo separan de la tremenda experiencia relató su versión a un medio, probablemente, la que faltaba.

Tenía 21 años y estudiaba Ciencias Económicas al momento de la tragedia. Había cursado en el colegio uruguayo Christian Brothers y viajaba a Chile porque se había dado la oportunidad de hacerlo a un precio relativamente bajo y porque en el destino, lo esperaba una novia. "No era un jugador de rugby del equipo, pero era amigo de los muchachos y tenía varios compañeros de clase en el avión conmigo. Éramos seis, y de los seis, el único que se salvó fui yo".

¿Cómo fue ese día?
Hasta donde recuerdo, fue un viaje muy normal. En realidad, tuvimos que pasar una noche en Mendoza por mal tiempo. Salimos el jueves 12. Me acuerdo que paseamos por la ciudad, que fui con mi amigo Felipe a visitar la Universidad de Cuyo. Finalmente, al día siguiente después de dudas de los pilotos de si podíamos cruzar o no, partimos.

¿Dudas por el mal tiempo?
Sí, pese a que el Fokker F-27 Fairchild en el que viajábamos ya había cruzado varias veces, no tenía la capacidad de vuelo de los aviones más modernos. Pero salimos y fuimos a cruzar la Cordillera de los Andes en un vuelo que tenía previsto pasar por San Rafael, Malargüe y Curicó. El avión salió pasado el mediodía. Cuando fuimos a cruzar por el Paso del Planchón se armó mal tiempo, aparecieron una serie de pozos de aire bastante profundos, hubo un problema de ubicación en el avión. Empezamos a bajar antes de tiempo y nos chocamos contra la montaña.

¿Ese choque fue como lo mostró la película?
La verdad, no lo puedo decir. Si bien es cierto que la película es bastante fiel y el libro es más fiel todavía, eso es una recreación. Me acuerdo que volábamos bajo y que veíamos las montañas por las ventanillas y nos preguntábamos si era normal volar tan bajo y en situación tan complicada… Me acuerdo que el avión se sacudía mucho y los pilotos pusieron a full los motores para tratar de levantarlo otra vez; sonaron los motores muchísimo, pero nos acercábamos demasiado hasta que un ala tocó con la montaña, se salió y se rompió el avión.

¿El desprendimiento se vio por la ventanilla?
Tengo imágenes. No me acuerdo en qué asiento estaba, ni si estaba del lado izquierdo o derecho. Lo que sí, que sentí una gran conmoción, un gran ruido, que las cosas que estaban sueltas eran chupadas hacia atrás. Después que el avión se desliza por la montaña, que entra nieve por todos lados y que para. Para, y queda atrapado en un glaciar con nieve 'floja' que lo detuvo. Por qué me salvé, por qué murió mi amigo que estaba al lado, son preguntas difíciles. Si hubiésemos volado un metro más bajo, quizás nos hubiéramos muerto todos porque el choque hubiera sido distinto. Y si volábamos un metro más alto, capaz que nos salvábamos.

¿Pensaron que iban a accidentarse?
Lo que pasó es que el vuelo venía muy bien, con la gente muy contenta, era un viaje divertido, había una gran inconciencia de la situación. Cuando el avión se empezó a mover, gritábamos '¡ole!'. Pero de a poco la algarabía se fue transformando en susto y en pánico.

¿Cómo fue el primer momento después del accidente?
Había una nube muy baja, había chicos que habían salido afuera y se preguntaban qué hacían ahí. Yo estaba bien, no estaba golpeado pero estaba confundido y de a poco, el capitán del equipo, que era el mayor, empezó a ordenar al grupo. Empezamos a hacer cosas, a prepararnos para pasar la noche en la montaña, sabíamos que no nos iban a buscar ese día. Nos ocupamos de los heridos más graves, había un chico que tenía un hierro clavado en el estómago, se lo sacaron. Otro tenía la pierna rota y también lo atendieron. Otros estaban en estado de shock. Fue un gran desconcierto, no entendíamos qué era lo que estaba pasando. Estábamos convencidos que nos iban a venir a buscar al otro día. Pasamos esa primera noche como las 71 posteriores, esperando que sea la última. De alguna manera, preparados para que nos vengan a buscar.

¿Sus amigos?
Uno de ellos, estaba muerto al lado mío. El otro, herido. En ese grado de confusión, estás como autómata, mucho no se puede hacer, uno no se hace preguntas difíciles. Esa fue la primera noche, en medio de una gran confusión, estado de shock, gente que gritaba…Tuvimos que pasar la noche adentro de un fuselaje de avión, sin espacio, sin ropa, sin abrigo, con frío. Todos los asientos, con el golpe, se soltaron y se fueron para adelante. Y ahí fue donde quedaron atrapados muchos. Los pilotos mismos murieron, porque con el choque, esa parte delantera del avión se abolló.

¿Es verdad que el mecánico 'perdió la cabeza' con el accidente?
Estaba en un estado de shock importante. Hablaba poco. Y no nos conocía, digamos que de alguna manera él tenía una situación más distante con el grupo. Esa primera noche, pasó. Con mucho frío, sin entender. Al otro día empezamos a organizarnos, sacamos a los muertos del avión.

¿Esa primera noche no lo habían hecho?
No, porque nevaba. Nos organizamos al otro día. Otra de las cosas: teníamos sed, entonces, agarrábamos la nieve con la mano, la apretábamos, pero nos quemaba la garganta. Hicimos esas 'máquinas de agua', abrimos las valijas y nos repartimos la ropa. Nos poníamos todo lo que encontrábamos, 3 pantalones, 4 buzos, guantes. Sacamos todos los asientos del avión y ahí en ese espacio era donde pasábamos tardes y noches. Con mucho frío, pero nos juntábamos, nos hicimos frazadas con los tapizados de los asientos. Nos arreglamos para sobrevivir.

¿Se enteran gracias a una radio portátil que los buscaban?
Encontramos una radio y escuchábamos las noticias. Con eso estábamos conectados con el resto del mundo. Ahí nos enteramos de todas las excursiones que se hicieron, los papás que viajaban, las consultas a parapsicólogos. No escuchamos a familiares, pero sí novedades. Y también sabíamos de las pocas posibilidades que ellos calculaban que teníamos de estar vivos.

¿Pudieron visualizar a los aviones de rescate?
Habrá sido alrededor del octavo o noveno día. Habíamos visto aviones volar más alto, pero uno de ellos había pasado cerca. Creímos que era un avión que nos estaba buscando. La cuestión es que lo vimos hacer un movimiento de alas y pensamos que nos habían encontrado, realmente fue un momento de gran felicidad. El problema fue que con la euforia de que nos habían encontrado, nos acabamos todas las reservas de comida.

La odisea aún no había terminado. Restaba lo más doloroso: al otro día, el grupo escuchó por la radio que la búsqueda había sido pospuesta hasta el verano. Ya no tenían alimentos.

"Estaban buscando cadáveres, no personas vivas. Y lo peor de todo, es que no sabían que los estábamos escuchando. Eso quería decir que no nos iban a venir a buscar y que probablemente íbamos a tener que estar mucho tiempo ahí, sanos, fuertes, alimentarnos. Inclusive, si no nos venían a buscar, salir. Esto fue un punto de inflexión".

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